Cuando el hombre primitivo salía de su caverna para buscar la comida del día, lo acompañaba un fiel amigo: un perro de esa época. Un animalito que por esos años ya era el mejor amigo. En la Antigüedad eso lo salvó de muchas cosas, sobre todo en tiempos en los que los sacerdotes pensaban que las enfermedades provenían de espíritus o dioses malignos.
¿Cómo contrarrestaban la situación? Ofreciendo sacrificios entregando vísceras de distintos animales. Recién en vestigios del 1.700 a.C. se pueden encontrar las pruebas del interés del hombre por curar a las bestias. En el famoso Código de Hammurabi, en los párrafos 224 y 225 se puede rescatar: “Si el médico de los animales ha tratado a un buey o a un asno de un mal grave y ha originado su muerte, pagará la cuarta parte de su precio al dueño del buey o del asno”. Y del año 1.500 a.C., aproximadamente, datan algunas indicaciones sobre tratamientos para caballos enfermos o débiles. En la cultura egipcia, los animales pasaron al frente. Muchas de sus divinidades estaban asociados a ellos. Los sacerdotes de esa cultura los cuidaban y los sometían a tratamientos curativos.Sus métodos pasaron luego a Grecia, a Roma, y fueron abrazados también por el Islam. Aunque después, en Europa, fueron completamente olvidados hasta casi la Edad Media. Fueron los árabes, que dependían tanto de los caballos para sus conquistas, los primeros en realizar diagnósticos y tratamientos más dogmáticos sobre animales. Y difundieron esa doctrina.
Los especialistas en esas disciplinas se conocían como “albeitares”. Al baitar significa, en árabe, médico de caballos. El término pasó al español como "albeitar", que por extensión llegó a nuestros días como “veterinario”. La medicina veterinaria, formalmente, comenzó a enseñarse hacia 1792. Hoy no tiene límites. Ni en recursos ni en ingenio.